La eutanasia es el desprecio a la vida frágil, y necesitada de cuidado y atención. Con color de compasión e invocando un auténtico “humanismo” se ofrece una “ayuda” pensada más para las compañías de seguros, el estado, las clínicas y hospitales, y para los familiares (para todos una carga menos) que para el propio paciente. La eutanasia es una forma extrema de egoísmo, propia del individuo y no de la persona. Los que hoy matan amparados por estas leyes mañana perecerán víctimas de su propio invento.
Conceptos generales en torno a la Muerte Digna y a la Eutanasia
Sobre el suicidio asistido
Cuando se legaliza la eutanasia, se vuelve incontrolable
Eutanasia, calidad de vida y cáncer
"La medicina paliativa elimina el dolor, pero la eutanasia elimina al paciente"
"Pesadilla de la eutanasia para los más débiles"
La eutanasia a nivel mundial
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La escalera
La dignidad de la persona
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Alegato a favor del respeto a la vida
Testimonios
Pacientes podrán solicitar eutanasia
A sus 77 años María Luz Arrieta no quiere que en caso de una grave enfermedad la responsabilidad de interrumpir su vida recaiga en su familia. Por esto firmó un documento en donde expresa su deseo de no prolongar su existencia artificialmente.
“Lo importante es poder decidir en mi sano juicio, no quisiera que estando yo inconsciente, esta responsabilidad moral grave, recaiga en mis hijos”, explicó.
Sobre la marcha, el caso de Luis de Moya
Tras el golpe tenía, en términos técnicos, una interrupción medular completa a partir de C-4: la misma que padezco ahora. Es una lesión medular que conlleva, entre otras alteraciones físicas, la pérdida de sensibilidad y movilidad desde las clavículas hasta los pies…
"Ramón Sampedro nos hizo mucho daño a todos los que tenemos su misma lesión"
Murió Terry Schiavo
Historia de Jack Kevorkian
El derecho a afrontar la muerte con dignidad
Por la Dra. María Dolores Vila-Coro
Un joven de unos 30 años que tomó la palabra, exclamó sin el menor reparo: «Yo aprendí la dignidad. Cuando mi hermana y yo teníamos 14 y 16 años, mi abuela se puso muy enferma. Falleció después de un proceso de deterioro que duró unos dos años. Mis padres trabajaban y comían a mediodía fuera de casa. Mi hermana y yo nos encargábamos de lavarla, curarla y atenderla desde que volvíamos del colegio hasta entrada la noche en que regresaban mis padres. Nunca olvidaré su enfermedad y, su recuerdo de mujer valerosa me acompañará toda mi vida. Algunas veces teníamos que ponerle calmantes porque tenía unos dolores terribles. Había que bañarla, vestirla, hacerle la cama y como no controlaba sus esfínteres había que volverla a lavar. Teníamos que cambiarla a menudo de posición porque se llagaba y, a pesar de nuestro gran cuidado, le salieron algunas llagas que se cubrieron de pústulas malolientes. No insisto en los detalles pero basta decir que en cuanto al deterioro físico se refiere, el de mi abuela era de consideración. Nunca, ni un momento, perdió el ánimo, la sonrisa, las palabras de afecto y de gratitud para mi hermana y para mí. Rezaba una breve oración en voz muy baja por si queríamos acompañarla y terminaba diciendo: "Que el Señor os bendiga por lo que hacéis por mi". Cuando su salud fue empeorando apenas hablaba, pero nos envolvía con una noble y generosa mirada llena de cariño y de infinita ternura... Emanaba dignidad, una dignidad que superaba, trascendía su cuerpo maltrecho».
Yo escuché el relato conmovida por la lealtad de los nietos y la sencillez y el respeto con que el muchacho hablaba de su abuela. Recordé las palabras de Gabriel Marcel en su estudio sobre «La dignitè humaine»: «La calidad sagrada del ser humano aparecerá con más claridad cuando nos acerquemos al ser humano en su desnudez y en su debilidad, al ser humano desarmado tal como lo encontramos en el niño, el anciano, el pobre».
Comprendí que no hay que hablar del derecho a una muerte digna, pero sí del derecho a afrontar la muerte con dignidad.
Más testimonios
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