domingo, 18 de abril de 2010

Ciencia y tecnología



El despertar de la ciencia

Entre la ciencia y la filosofía parece haber habido, al menos en Grecia, una sucesión bastante ordenada de hegemonías. A la distancia de los siglos parece como si ambas hubieran respetado en discreto silencio el momento de gloria de la otra. Mientras Atenas bullía de filósofos, la ciencia parecía esperar agazapada su oportunidad. Frente a las grandes personalidades que podía exhibir la antropología y la metafísica, las de la medicina y la física eran marginales, más promesas que realidades. Pero el péndulo de la historia terminó por completar su vuelta, y si los siglos V y IV habían sido de la filosofía, los siglos III y II tuvieron una nueva reina. Las disputas filosóficas adoptaron un tono menor, reduciendo sus intereses a la ética, y la ciencia despertó de su letargo para comenzar a ocupar buena parte del escenario cultural de la época.

Estratón, el tercer director del Liceo, continuó la tradición de investigación según el molde aristotélico, pero no ya en Atenas. A la muerte de Alejandro Magno, uno de sus generales, Ptolomeo, se estableció en Alejandría, donde fundó una nueva dinastía. Ptolomeo era hombre culto y refinado; sabía en qué consistía la superioridad de los griegos y mostró un aprecio especial por la cultura. Bajo su amparo, el pensamiento, la poesía y las ciencias tuvieron un financiamiento del que nunca antes habían gozado.

Lo mismo hicieron sus sucesores, que no sólo embellecieron Alejandría con su faro, la luminosa torre de mármol blanco que orientaba la navegación en sus costas, y que los antiguos incluyeron entre las siete maravillas del mundo. También se preocuparon de hacer de su ciudad una nueva Atenas. El mismo Ptolomeo I mandó llamar a Estratón a Alejandría. Con él se trasladó lo mejor de la vida cultural del Liceo, y Atenas perdió para siempre la supremacía cultural que durante siglos la había acompañado.

El Museo de Alejandría, como se llamó el nuevo centro, fue una institución asombrosa para su época. En él se pretendía gestionar el patrimonio cultural de la humanidad, y ello implicaba reunir todas las huellas escritas de la cultura. El Museo llegó a tener una biblioteca de más de medio millón de ejemplares; contaba con salas de lectura y de estudio, centros de investigación biológica, un observatorio astronómico, un zoológico, y un jardín botánico…

http://arvo.net/ciencia/el-despertar-de-la-ciencia/gmx-niv819-con15160.htm






Se está generando un clima artificial de “pánico moral”, al que no es ajeno cierta pandemia mediática

Efectivamente, si se tiene en cuenta que hoy existen unos 500.000 sacerdotes diocesanos y religiosos, esos datos –sin dejar de ser tristes, - suponen un tanto por ciento no superior al 0.6%. El trabajo científico más sólido que conozco de autor no católico es el del profesor Philip Jenkins, Pedophiles and Priest, Anatomy of a Contemporary Crisis (Oxford University Press). Su tesis es que la proporción de clérigos con problemas de desorden sexual es menor en la Iglesia Católica que en otras confesiones. Y, sobre todo, mucho menor que en otros modelos institucionales de convivencia organizada. Si en la Iglesia Católica pueden ahora resaltar más - y antes- es por la centralización eclesiástica de Roma, que permite recoger información, contabilizar y conocer los problemas con más inmediatez que en otras instituciones y organizaciones, confesionales o no.

Hay dos ejemplos recientes que confirman los análisis de Jenkins. Los datos que acaban de facilitar las autoridades austríacas indican que, en un mismo período de tiempo, los casos de abusos sexuales señalados en instituciones vinculadas a la Iglesia han sido 17, mientras que en otros ambientes eran 510. Según un informe publicado por Luigi Accatoli (un clásico del Corriere della Sera), de los 210.000 casos de abusos sexuales registrados en Alemania desde 1995, solamente 94 corresponden a personas e instituciones de la Iglesia católica. Eso supone un 0,045%.

Me da la impresión de que se está generando un clima artificial de “pánico moral”, al que no es ajeno cierta pandemia mediática o literaria centrada en las “desviaciones sexuales del clero”, convertidas en una suerte de pantano moral. Nada nuevo, por otra parte, pero que ahora alcanza cotas desproporcionadas, al conocerse hace unos días los casos ocurridos en Alemania, Austria y Holanda. La campaña recuerda las leyendas negras sobre el tema en la Europa Medieval, la Inglaterra de los Tudor, la Francia revolucionaria o la Alemania nacional-socialista.

Coincido con Jenkins cuando observa: “el poder propagandístico permanente de la cuestión pedófila fue uno de los medios de propaganda y acoso utilizados por los políticos, en su intento de romper el poder de la Iglesia católica alemana, especialmente en el ámbito de la educación y servicios sociales”. Himmler charged that "not one crime is lacking from perjury through incest to sexual murder," offering the sinister comment that no one really knows what is going on "behind the walls of monasteries and in the ranks of the Roman brotherhood." Esta idea es ilustrativa, si se piensa en aquel comentario de Himmler: “ nadie sabe muy bien lo que ocurre tras los muros de los monasterios y en las filas de la comunidad de Roma…" Hoy también se mezcla la información de datos y hechos con insinuaciones y equívocos provocados. Al final, la impresión es que la única culpable de esa triste situación es la Iglesia católica y su moral sexual.

http://arvo.net/nuestros-temas-de-hoy/sobre-el-clima-artificial-de-panico-moral/gmx-niv902-con17809.htm

http://apologetica.org/site/index.php?option=com_content&task=view&id=329





La dimensión antropológica y cultural de la tecnología

Conforme la tecnología adquiere más peso en la vida de las personas se han levantado numerosas preguntas sobre su capacidad de influir en el ser humano. Pero a menudo se prescinde de un aspecto fundamental. Cualquier intento por comprender lo que es la tecnología y sobre todo lo que genera en la sociedad debe partir de un hecho fundamental: la tecnología forma parte de la cultura.

Desde esta perspectiva se puede entender mejor por qué se deben considerar como insuficientes tanto las explicaciones que le otorgan vida propia, como las que reducen a la tecnología a un mero instrumento. Los extremos resultan en esto reductivos e incompletos para explicar la realidad. La tecnología tiene algo de autónoma, como tiene también algo de instrumental. Esa autonomía está sujeta a otros factores que están más allá de la mera tecnología, y es ciertamente más que un instrumento. Esto nos lleva a la idea que la persona se hace de lo que es la tecnología y el papel que ocupa en su existencia, y para ello se debe acudir a la pregunta por la dimensión cultural de la tecnología.









A lo largo de la historia se ha utilizado la tecnología como una metáfora o figura para explicar la realidad. Así, por ejemplo, los griegos usaron imágenes tomadas de la alfarería para presentar el universo. Santo Tomás de Aquino comparaba a Dios con un artesano. Después se tomará la figura del reloj mecánico para explicar los movimientos regulares de las esferas celestes y también para graficar la acción creadora de Dios. En 1377 el científico y filósofo francés Nicole d´Oresme acuñó la expresión: "el universo como mecanismo de relojería". La llamada edad moderna mantendrá y difundirá esta imagen del reloj. También la máquina de vapor ha sido usada como figura. Hoy en día la computadora está sirviendo de la misma manera como una metáfora para diversas explicaciones de la realidad. Es común oír hablar en diversos campos como la sicología, la lingüística, la sociología, la economía, de input y output, de descodificación. Se escuchan también a menudo expresiones como "procesar" una determinada información, "programar", "retroalimentar".

http://www.conocereisdeverdad.org/website/index.php?id=2280






El desarrollo tecnológico es en muchos sentidos ambiguo

Tiene sus luces y sus sombras. Ello torna difícil hacerse una idea orgánica del asunto y hace bastante complicado un diagnóstico adecuado de la situación actual que muestra el crecimiento de sociedades cada vez más tecnologizadas.

Las perspectivas de los analistas del fenómeno tecnológico son de todo tipo. Como hemos afirmado, algunos miran con optimismo el futuro y ven más beneficios que problemas. Otros tienen una aproximación más bien crítica con variado grado de reservas, incluso algunos con un acentuado pesimismo y hasta rechazo. Se les denomina de diversas maneras. Los nombres más comunes de las posiciones extremas son, como hemos mencionado, tecnófilos y tecnófobos. Pero no son los únicos calificativos. Algunos llaman a los primeros integrados y a los segundos apocalípticos, según una terminología que popularizó el italiano Umberto Eco en la década de los 60. En ambientes norteamericanos es frecuente escuchar hablar en una perspectiva dicotómica, no siempre precisa ni justa por aquello de polarización simplificadora, de los techies –por la adhesión a la tecnología– y de los humies –por su defensa de un tipo de humanismo.

Hacia el siglo XVII se va a producir una bifurcación en la concepción de lo que es la técnica. Mientras por un lado se sigue desarrollando en directa relación a la persona humana, por otro comienza a generarse una mentalidad que irá poniendo a la técnica –y en cierto sentido a las ciencias experimentales– como lo central, considerando el método en que se enmarca como la única fuente segura de conocimiento de la realidad y en el fondo como la solución a todos los problemas del ser humano. Es decir, comienza lo que hemos calificado como tecnocentrismo.
El fenómeno, sin embargo, irá creciendo lentamente. Sus primeras manifestaciones aparecerán, como hemos dicho, hacia el siglo XVII. Resulta de enorme interés la atención que se despertó en algunos pensadores del Renacimiento que se proyectaron hacia la búsqueda de la sociedad perfecta en lo que se ha llamado la utopía después de la obra de Tomás Moro –editada en 1516–. Pero será en realidad un siglo después de Moro, con las obras de dos renacentistas tardíos, que se introduzca propiamente la reflexión sobre el papel de la técnica. Se trata del inglés Francis Bacon (1561-1626) y su relato inconcluso Nueva Atlántida –editado en 1627–, y del italiano Tomaso Campanella (1568-1639) con su obra La ciudad del sol –editada en 1623.

http://www.conocereisdeverdad.org/website/index.php?id=2282



Para nuestra reflexión

1. ¿Quién fue más importante: Euclides, Aristarco de Samos, Eratóstenes o, Herófilo y Erasístrato?

2. ¿Cuál fue la mayor contribución de Arquímedes?

3. Comente: "La tecnología se usa, los animales se quieren y las personas se aman".

4. ¿La tecnología es ambigua? Ilustre con un ejemplo.

5. Describa "una mentalidad tecnologista".

6. Comente las intervenciones de sus compañeros.



Para pensar...

Más que cualquier bagaje que podamos tener con nosotros –nuestros logros humanos, nuestras posesiones, nuestra tecnología–, lo que nos da la clave de nuestra felicidad y realización humana es nuestra relación con el Señor. (Benedicto XVI)

lunes, 12 de abril de 2010

Introducción a la Epistemología






Algunas tesis sobre ciencia, filosofía y fe


Tesis 1: El hombre no puede poner en la ciencia y en la tecnología una confianza tan radical e incondicional como para creer que el progreso de la ciencia y la tecnología puede explicarlo todo y satisfacer plenamente todas sus necesidades existenciales y espirituales.

Tesis 2: La ciencia no puede sustituir a la filosofía y a la fe, dando una respuesta exhaustiva a las cuestiones fundamentales del hombre, como las que atañen al sentido de la vida y la muerte, a los valores últimos, y a la naturaleza del progreso mismo.

Tesis 3: Hay un nivel más elevado que necesariamente trasciende todas las predicciones científicas, a saber, el mundo humano de la libertad y la historia. Mientras que el cosmos físico puede tener su propio desarrollo espacio-temporal, sólo la humanidad, estrictamente hablando, tiene una historia, la historia de su libertad.

Tesis 4: La fe no teme a la razón. Estas "son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerlo a él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo" (Fides et ratio, Juan Pablo II).

Tesis 5: Como nos muestra muy bien la historia de la ciencia, tanto la formulación de una teoría como la intuición que llevó a numerosos descubrimientos estuvieron a menudo condicionadas por concepciones filosóficas, estéticas y, a veces, incluso religiosas o existenciales, ya presentes en el sujeto.

Tesis 6: Fe y ciencia no se pueden reducir la una a la otra, y, sin embargo, tienden a una misma verdad que las sobrepasa a ambas. El desarrollo de la ciencia ha puesto en evidencia que el mito cientificista de un universo determinista y perfectamente cognoscible no tiene fundamento racional.

Tesis 7: Hay que reconocer que el conocimiento de la realidad es algo previo a la ciencia, algo que el mismo ejercicio de la actividad científica presupone, aunque la ciencia no pueda abarcar jamás la totalidad de la realidad, ni tampoco ofrecer de ella una prueba científica.





Algunas voces sobre ciencia, filosofía y fe

«A todo investigador profundo de la naturaleza no puede menos de sobrecogerle una especie de sentimiento religioso, porque le es imposible concebir que haya sido él el primero en haber visto las relaciones delicadísimas que contempla. A través del universo incomprensible se manifiesta una Inteligencia superior infinita». (Einstein)

«Cuando digo a un joven: mira, allí hay una estrella nueva, una galaxia, una estrella de neutrones, a cien millones de años luz de lejanía. Y, sin embargo, los protones, los electrones, los neutrones, los mesones que hay allí son idénticos a los que están en este micrófono (...). La identidad excluye la probabilidad. Lo que es idéntico no es probable (...). Por tanto, hay una causa, fuera del espacio, fuera del tiempo, dueña del ser, que ha dado al ser, ser así. Y esto es Dios (...). El ser, hablo científicamente, que ha dado a las cosas la causa de ser idénticas a mil millones de años-luz de distancia, existe. Y partículas idénticas en el universo tenemos 10 elevadas a la 85ª potencia... ». (Enrico Medi, científico italiano)

«Jamás he negado la existencia de Dios. Pienso que la teoría de la evolución es totalmente compatible con la fe en Dios. El argumento máximo de la existencia de Dios, me parece, la imposibilidad de demostrar y comprender que el universo inmenso, sublime sobre toda medida, y el hombre, hayan sido frutos del azar». (Darwin)

«Lo que sabemos es una gota, lo que ignoramos, un inmenso océano. La admirable disposición y armonía del universo no ha podido salir sino del plan de un Ser omnisciente y omnipotente». (Newton)

«La obra maestra más fina es la hecha por Dios según los principios de la mecánica cuántica». (E. Schrödinger, premio Nobel de Física, creador de la Mecánica Ondulatoria)

«Me hice creyente por el microscopio y la observación de la naturaleza, y quiero, en cuanto esté a mi alcance, contribuir a la plena concordia entre la ciencia y la religión». (K. L. Schleich, célebre cirujano, descubridor de la anestesia local)

«El universo de las galaxias se dilata, y se crea continuamente en el espacio nueva materia para mantener constante la densidad media del universo, y esto exige la existencia de un Creador». (Sir Fred Hoyle, gran astrónomo y matemático)

«Ninguno de los inventores del ateísmo fue naturalista, sino filósofos mediocres. El origen del universo presenta dificultades insuperables, a no ser que lo consideremos sobrenatural». (A. S. Eddington, astrónomo y matemático inglés)


Para nuestra reflexión

1. De las siete tesis presentadas, seleccione dos y coméntelas.

2. Comente dos de las frases dichas por los científicos.

3. Escriba una definición de filosofía que pueda defender.

4. ¿La filosofía es una ciencia?

5. Opine sobre los comentarios de sus compañeros.


Para pensar...

"La condescendencia divina nos permite sacar provecho también de la incredulidad de Tomás además que de los discípulos creyentes. De hecho, tocando las heridas del Señor, el discípulo vacilante cura no sólo su propia desconfianza, sino también la nuestra". (Benedicto XVI)